Comienza una nueva jornada. La de
ayer no terminó demasiado bien. El asturiano
estaba enfadado y me contestó de un modo que no me gustó. Me puse serio. Esta
mañana, sobre mi mesa, estaban los tres euros que le dejé ayer. Las caras son
serias. Incluso el abuelo ha
despertado de mal humor. Creo que va a ser un día largo, frío y con los ánimos
alterados.
Intentaré
bañar al abuelo y afeitarlo. A ver si me da tiempo. Tengo que lavar alguna ropa
y ducharme. Son las 9:00 y espero que nos llamen para recoger la medicación.
Hoy cumplo mi vigésimo segundo día aquí.
Trato
de ser amable y de preocuparme por quienes están a mi lado. Debo intentar
restar importancia a lo que digan, uno es mayor y el otro un enfermo.
10:25
He limpiado celda y aseos y me he duchado. También me afeité. Hablé con el
abuelo y quedamos en que hoy lo afeito y mañana se baña.
He
estado en el economato. Estaban dos funcionarios, el Cabo, el Segundo y el
nuevo encargado. Llegó la sanitaria en plan guerrillero y nos echamos unas
risas. Hubo dos frases del Cabo que
me llamaron la atención. Una la refirió a sí mismo en respuesta a la sanitaria:
“sí, yo soy el chivato de los
funcionarios y ellos me protegen”. La otra, me molestó profundamente, la
refirió a mí: “Este ríe mucho, ya reirá
menos cuando le bajen de Madrid los años que le caerán”.
El
tono en que habló no me hizo gracia ninguna. Parece que le moleste que uno se ría
y que le alegre el mal de los demás. Da la sensación de que desea que me llegue
una condena firme. Desconozco qué daño le he podido hacer pero su propósito
parece ser el de poder fastidiarme. No llega con que ley y jueces nos traten de
modo injusto, siempre hay un recluso dispuesto a mofarse y a ser más injusto
todavía. No quiero darle importancia pero me molesta la actitud prepotente de
este individuo. Por desgracia no es el único espécimen así en prisión. ¿De qué
se jactan? ¿De ser más presos que un recién llegado? ¡Menuda presunción! No
creo que el decir que se llevan nueve, diez, o los años que sean, sea título
honorífico de nada. Parece que aquí dentro algunos piensan que por llevar más
años tienen más méritos. Los tendrían, podría afirmar, si hubieran aprendido a
tratar a los demás con comprensión, con respeto, con educación, en definitiva,
con humanidad.
Apareció el
educador, que me preguntó por el automovilista,
para entrevistarse con él. Aproveché a decirle que el abuelo no tiene NIS (carné de identificación interior) y tomó nota.
Le advertí que envié una instancia solicitándolo y lo acompañé hasta la celda.
Espero
a que el capellán me llame para ir a celebrar. En televisión hablan del posible
alto el fuego en Irak. Parece que se acabó lo peor y se dice que Sadam pactó la
rendición. El educador se va ya. Ha estado unos ocho minutos en la celda. Me ha
dicho que habría que poner un flexo en mi mesa. Al menos se ha dado cuenta de
ese detalle. Es de agradecer aunque supongo que no servirá de nada el que haga
esa observación.
Hoy
la megafonía no para de sonar para llamar a distintos internos. Todos salimos
al pasillo para preguntar por quién se llama. Está tan alto el volumen que se
distorsiona el sonido y no se entiende nada. Por mucha paciencia que se tenga
no es fácil conservarla. Uno pierde los nervios. Parece que jueguen con
nosotros. ¿No deberían de preocuparse de subsanar estos problemas? ¿No deberían
molestarse en llamar personalmente al interno en cuestión al saber que no
funciona bien la megafonía? En cada celda hay un interfono. Por lo visto,
cuando el funcionario pulsa un botón desde la cabina, puede escucharnos aunque
desde la celda tampoco se logra oír nada. ¿Tan complicado es arreglarlo para
que nos escuchemos mutuamente? ¿No sería más fácil llamar a cada celda? No sé
si lo veo todo negro y me dejo llevar por el pesimismo pero da la impresión de
que nos tomaran el pelo.
12:45
El Cabo ha venido a buscarme para
acompañarme a la capilla. He celebrado la Misa e hice la charla con el
capellán. Me propuse hacer con él la charla y confesarme con mi compañero de
curso cuando viene a visitarme cada semana. Me ha hablado de la paciencia y de
visión sobrenatural. Me dice que aquí hay muchas envidias y que, seguro, es
donde más se nota. Se ha ofrecido para que mis padres lo llamen cuando haga
falta. Al preguntarle si algunos internos que han hablado conmigo podrían venir
a Misa me aconseja esperar y pensarlo. Cree que es mejor no acceder para que no
crean que a través de mí puedan conseguir del capellán lo que quieren. Me habla
también de vivir la Semana Santa cerquita de Dios y de que la labor que me han
encomendado me puede ayudar. Me aconseja hablar con frecuencia con la directora
de enfermería pero le advierto que sólo lo haré si ella me llama.
Hoy
me toca luchar contra la tristeza. Siento que quiere apoderarse de mí. Puede
que el motivo sea el tiempo que llevo aquí pero creo que me influyen, sobre
todo, estos pequeños detalles de la vida diaria con los demás reclusos: las
picadas del Cabo y sus maniobras, los
cambios de humor del asturiano, la
situación del abuelo…
Por
enésima vez en el día el abuelo se dirige
a mí para preguntarme por qué está aquí y que cuándo arreglamos su situación.
Le he dicho que vaya a comer y que esté tranquilo. Me respondió que no puede,
que está preocupado. El asturiano
entra a la celda a coger los cubiertos plásticos y el agua. Le digo hola y, sin
mirarme, expresa: “está la comida, si
quiere comer”. Sigue enfadado conmigo y todo por preocuparme de si se había
cortado o no con la cuchilla una vez más. No iré a comer. Ofreceré el ayuno por
la convivencia en nuestra celda y aprovecharé para rezar la liturgia de las
horas.
16:30
He conseguido dormir bien durante la siesta. Parece que vuelve a reinar la paz.
El asturiano me ha pedido perdón y se
ha acercado a hacerme cosquillas mientras dormía. Ahora estamos despiertos
todos menos él, que llegó incluso a llorar al pedirme disculpas.
El
tiempo ha cambiado y ha llovido a cántaros. Se vuelve a sentir frío en la
celda. Aprovecho a afeitar al abuelo,
que se queda todo contento. Menos mal.
20:40
Hoy he recogido la medicación pero no me he detenido a hablar con el ATS porque
estaba muy ocupado. Ya estamos
chapados y esperamos a que pase el funcionario para hacer el recuento. He
respondido a las Carmelitas, al Obispo y a las otras dos cartas que recibí. Hoy
recibí carta de una niña de una de las parroquias y procuraré contestarle ya.
Una
jornada más.
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