martes, 16 de abril de 2013

Diario (57) 4 de abril de 2003


             17:00 Esta primera noche en la nueva celda no es que haya podido dormir demasiado. Menos mal que durante la tarde pude recuperar algo de sueño.
                A las 4:30 de la madrugada al guardés le dieron tres ataques de epilepsia. El asturiano me ayudó a sujetarlo y le metimos una tela en la boca para que no se mordiera la lengua. ¡Qué impresión! El asturiano le resta importancia al asunto y me dice que es todo “cuento”. La doctora, después de atender otras dos urgencias, llega a las 4:45. Ya le había pasado todo al guardés.  La médico comenta: “ya sé qué le pasa, como está enfadado conmigo, tiene que darme la noche”. Subió acompañada del funcionario de guardia.
                El abuelo, un hombre de 75 años, padece incontinencia. Se levanta cada dos por tres para ir a orinar. Cuando se queda dormido habla en voz alta y clara: “Marica, ¿xa chegaste do traballo?”. Y repite una y otra vez ese nombre. Es el de su esposa, Mari Carmen, a quien por lo visto ha matado de un hachazo. Tuvieron trece hijos y, ahora, le viven once. Él trabajó toda su vida en barcos bacaladeros. Está un poco pasado de rosca y no hace más que repetir las mismas cosas. Viene sin ropa, sólo con un pijama, y tiene frío.
                El asturiano, creo que de 42 años, viene de la prisión de Villabona porque está en obras. Quiere marcharse para allá y ha solicitado el traslado en varias ocasiones. Tiene diabetes y está a tratamiento psiquiátrico. Padece una esquizofrenia paranoide. Creo que cumple condena por homicidio. De noche, cuando se queda dormido, llora y habla con su madre, a la que dice ver también cuando está despierto. Me ha contado que ha tenido una infancia difícil. Que eran muchos hermanos y el padre, un borracho, les daba unas palizas tremendas a todos. Está como un cencerro, pero hoy me ha echado una mano en los quehaceres diarios.
                El guardés ha pedido el alta voluntaria. Anda de acá para allá, nervioso, por si lo mandan o no para un módulo.
                He celebrado la Santa Misa a las 12:00 y he aprovechado para rezar el breviario en la capilla. Después, ya en la celda, he respondido a las cinco cartas que tenía pendientes. Preparé la bolsa y la envié para que la lleven el domingo mis padres: alguna ropa sucia y algún calzado que aquí no utilizo. A ver si consigo hablar con ellos por teléfono.
                Me resulta un poco complicado escribir y poder leer o rezar. El abuelo, sobre todo, no para de hablarme.
                Mañana, sábado, no vendrá el capellán ni tendré visita. Se ha acercado hasta aquí el licenciado que, como es habitual, me tomó el pelo un rato pero me dijo que no habría problema en Ingresos con el paquete.
                Ahora discuten el asturiano y el guardés. El primero le echa en cara al segundo que si se va de una vez o no, y que se deje de quejar como una niña.
                He de solicitar ropa para el abuelo. No para de quejarse. Normal. Solo trae el pijama y una bata. Tiene frío.
                Me llaman a locutorios…

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