viernes, 5 de abril de 2013

Diario (54) 1 de abril de 2003


              Nueva jornada y nuevo mes. Luce el sol y se oye el bullicio de los internos en los patios. Ya he celebrado la Misa y respondido a las cartas que recibí ayer. El capellán me ha traído otra de un sacerdote.
                Son las 12:40 y se oyen gritos en la planta de abajo, alguna discusión. Se distingue perfectamente la voz del Cabo, a quien es habitual oírlo vociferar. Lleva muchos años en prisión y está quemado. Aunque en honor a la verdad hay que decir que el Cabo anterior llevaba más años y apenas se le oía chillar. Cuestión de talantes.
                Hoy prosigue el juicio que comenzó ayer de uno de los internos que está en la enfermería. Mató a sus dos hijos.. Los encerró dentro del coche y conectó un tubo al escape de tal manera que se asfixiaron. Recuerdo la noticia en televisión cuando sucedió la tragedia. No había reconocido, sin embargo, al reo. Algunos internos están pendientes del televisor.
                He comentado al capellán la petición que ayer me hizo el asturiano. Me ha respondido que seguramente no le concederán el permiso porque está como una “chota”. Por lo visto oye voces y tiene visiones.
                No puedo dejar de preguntarme, a veces en voz alta y ante algún interno, qué clase de justicia es la que permite que estas personas enfermas estén en prisión. Pienso que los enfermos mentales y los drogodependientes deberían estar en otro tipo de centros. Uno de los jóvenes, gitano, que he conocido en mi anterior estancia aquí, es ahora consumidor de drogas. No lo era entonces. Se enganchó aquí, en la cárcel. Tiene manchas por todo el rostro y no me extrañaría que fuera seropositivo.
¿Hay derecho a que sucedan estas cosas? ¿Es el centro penitenciario un lugar donde se busca la rehabilitación y reeducación del delincuente o presunto delincuente? No. No entiendo mucho la labor aquí de los trabajadores sociales, psicólogos y educadores. Todo me parece una pantomima. Este es un submundo que no le interesa a nadie. Políticos, sociedad, únicamente están interesados en limpiar la calle sin que importe cómo. Es importante que existan prisiones de alta seguridad, de donde nadie pueda fugarse pero ¿importa si el régimen penitenciario sirve o no a la reeducación, rehabilitación y reinserción? Lo único de lo que se oye hablar es de cumplimiento íntegro de penas.
Es necesario un orden social, hacen falta unas normas de convivencia que permitan a todos vivir con tranquilidad y en paz. ¿Lo consiguen las actuales legislaciones? ¿Es cuestión de promulgar leyes punitivas? ¿No habría que promulgar o fomentar más bien otro tipo de leyes que educaran y facilitaran la igualdad real de oportunidades y derechos? ¿No habría que esforzarse más por crear una sociedad en la que la paz se fundamentara en principios básicos y elementales que promocionasen efectivamente el bien común?
Una sociedad cuya ley de enseñanza es reformada en cada legislatura y va de fracaso en fracaso, que promueve cualquier tipo de consumismo sin escrúpulos como valor, que no ofrece una auténtica igualdad de oportunidades a sus ciudadanos, que es excesivamente permisiva en cuestiones cuya naturaleza ética y moral es debatible, que fomenta el tener por encima del ser, que banaliza tradiciones y costumbres seculares, que concede el éxito a quien más habla y menos se esfuerza, que critica lo que ella misma promueve… una sociedad así sólo puede estar llamada a su destrucción.
13:50 Ya he comido. He conseguido, por fin, hablar por teléfono con mi madre. La noté preocupada y cansada. Me dijo que ayer estuvo un compañero sacerdote en casa y que le entregó cien mil pesetas (600 euros) de un sacerdote que quería permanecer en el anonimato. También fue a visitarla otro sacerdote joven. Mi compañero de curso y mi ex compañera de instituto la llaman todos los días. Me advierte que esta semana vendrán el domingo en lugar del sábado ya que mi padre y mi cuñado tienen que trabajar. Le recuerdo que me traigan ropa y libros.
Me cruzo con el sanitario que a veces sube a mi celda. Me invita a solicitar a través de instancia la visita de amigos por locutorios.
14:15 Los ánimos hoy andan caldeados entre el Cabo, el hijo del Cabo (del anterior y no del actual), el Segundo y mi interno de apoyo. Se les nota que hay mar de fondo. No me gusta nada verlos así.
17:10 Después de una buena y tranquila siesta rezo la liturgia de las horas.
                Observo desde la ventana de la celda y puedo ver a un interno en el patio del módulo de enfrente, con pantalón vaquero y americana,  caminar con un caldero en la mano hacia una de las porterías de futbol sala que hay. Con desparpajo va sacando ropa del caldero y tendiéndola. Alguien se dirige a él para decirle algo. Saca unos calzoncillos del caldero y se los muestra primero para tenderlos después. Una vez que ha tendido toda la ropa del caldero, se va por donde vino. Parece que no todos los chiflados están en la enfermería.
18:54 El sanitario ha subido a mi celda y hemos estado de charla hasta ahora. Me recomienda seguir con la misma medicación y se interesa por cómo me va con mi interno de apoyo y si ya he visto el tema de las visitas. Se va para hacer la ronda de reparto de medicación por los módulos y para hablar con el Cabo de un joven al que ha traído a la enfermería. Antes me pregunta qué tal se porta conmigo el Opus. Le he respondido que bien, y que tanto el capellán como mi compañero de curso, miembros de la Obra, están preocupados y pendientes de mí.
No le he comentado nada al sanitario ni a nadie pero sí hay algo que me preocupa. Mi director en la Obra hace tiempo ya que me había sugerido escribir al Prelado. Después de meditarlo durante algún tiempo, así lo hice. Fue la primera vez que me dirigí por carta a él. De esto hace ya muchos meses.  Me ha llamado la atención no sólo el no haber recibido respuesta alguna, entiendo que será lo normal, sino que el director no haya vuelto a comentarme nada sobre ese asunto. El pasado día 19, al celebrar la Misa en el Seminario Mayor, renové nuevamente mi compromiso. Ahora me pregunto si debí hacerlo. Sólo ahora, después del juicio, la prensa hizo pública mi pertenencia al Opus Dei. Hasta entonces nadie había hablado sobre el tema. ¿Qué pensarán en la Obra sobre esta situación?
Siendo sincero no puedo afirmar que haya sido un buen miembro de la Sociedad Sacerdotal. Siempre he ido por libre y he hecho lo que me ha parecido. No es verdad que la Obra sea tan estricta y rígida como se piensa desde fuera. Da gran libertad a sus hijos y, en mi caso, puedo proclamarlo a gritos. Nunca, además, me han faltado. He sido yo quien ha ido poniendo cierta distancia al no querer participar en los círculos mientras toda esta situación no se resolviera. Durante mi cautiverio como preventivo el director vino a visitarme y seguían dándome la charla y el círculo. Mañana, creo, será mi compañero de curso quien lo hará. El director me ha enviado saludos y se ha disculpado por no venir a verme porque tenía que acompañar a su padre a Navarra.
19:20 Recuento. Por primera vez veo el recuento de otro módulo. Todos los internos, en el patio, formados en filas, como en las películas. El funcionario los va contando. Aquí en la enfermería cada uno permanecemos delante de la puerta de la celda y el funcionario va pasando.
Me acabo de encontrar con el educador y me pregunta si sigo durmiendo acompañado y a quién se debía esa orden. Le expliqué que la directora de enfermería me mandó solo a una celda y que, en todo caso, sería la psicóloga la que dio la orden ya que se debe a que me han puesto en protocolo de suicidio. Dice entonces que no es cuestión de buscar culpabilidades y que el jueves arreglaba el tema. En fin, si él también me había dicho que tenía que dormir acompañado…
20:30 ¡Joder! Me acabo de enterar y me ha sentado como una patada… Trasladan al hijo del Cabo a una cárcel de Huelva. Esto no hay quien lo entienda. Dos años trabajando aquí como un cabrón y, ahora, de buenas a primeras, lo trasladan. ¡Menuda putada! He estado en su celda un ratito y lo he dejado con sus compañeros de siempre. ¡No sé qué decirle! Voy a notar muchísimo su ausencia. Me parece que es la mejor persona que hay aquí. Le he escrito una pequeña carta para que lea mañana y le he regalado una medalla de plata de la Inmaculada que un capellán castrense me había traído de Córdoba. ¡Dios lo acompañe y proteja!

No hay comentarios:

Publicar un comentario