Hay expresiones a las que estamos
tan acostumbrados que quizás pierdan su genuino significado. He tenido la
enorme suerte de vivir muchas y santas Navidades. Sin embargo, he de reconocer,
hubo una que marcó en mi vida un antes y un después. ¡Sí! Mi primera Navidad en
la cárcel. Creo que fue la más espantosa
de mi vida. En mi diario escribí sobre aquella Noche Buena: “no quiero transcribir lo sucedido no sólo
por propia vergüenza sino porque dicen que el tiempo todo lo borra y espero que
cuando relea esta página ya no sepa sobre qué escribía”.
Hoy
no puedo dejar de pensar en quienes en estas entrañables fechas sufren por
cualquier motivo. Reconozco que son días para muchos de enorme tristeza, de melancolía,
de sentimientos encontrados. Pero precisamente por ello, no puedo dejar de
escribir en mi blog unas palabras de invitación a la esperanza y felicitación. La
Navidad es para mí, fundamentalmente, un canto a la Esperanza. Un tiempo en el
que se nos recuerda que, como canta Laura Pausini, hay “ángeles que van, amor, bajo el cielo azul, tratando de alcanzar esa
estrella que jamás se apagará, que volverá a brillar”. Un tiempo en el que
se nos recuerda que en medio de las preocupaciones, de las tristezas y
angustias, de las crisis, tenemos una respuesta definitiva, la del Enmanuel, la
del Dios con nosotros que, lejos de ignorarnos y despreocuparse de nuestros
problemas, quiere hacerse uno de los nuestros para que le ayudemos a instaurar
su Reino. Es Él quien viene a nosotros, a nuestro pesebre, a nuestro corazón
indigno siempre para recibirlo, porque quiere cambiarlo, transformarlo,
llenarlo de su Amor. Por eso, “cómo
ignorar, cómo se puede estar, indiferente así, inmóviles así… Cómo puede ser,
escuchar sin conmoverse. Regalemos una cosa al mundo, un montón de amor y paz.
Ya no hay razas, los colores sobran, porque el corazón lo puso el mismo, tu
Dios y el mío”. (Laura Pausini).
No
puede haber navidad triste si abrimos nuestro corazón a la Esperanza y dejamos
que Dios nazca en Él. Aunque tengamos problemas, aunque estemos lejos de
nuestras familias, aunque en nuestra vida todo sea oscuridad, su Luz brillará
si la dejamos entrar. El ejemplo de abrir el corazón a Dios lo tenemos en Santa
María. “Nuestra Señora oye con atención
lo que Dios quiere, pondera lo que no entiende, pregunta lo que no sabe. Luego
se entrega toda al cumplimiento de la Voluntad divina: he aquí la esclava del
Señor, hágase en mí según tu palabra (Lc. 1, 38). ¿Veis la maravilla? Santa
María, maestra de toda nuestra conducta, nos enseña ahora que la obediencia a
Dios no es servilismo, no sojuzga la conciencia: nos mueve íntimamente a que
descubramos la libertad de los hijos de Dios (cfr. Rm. 8, 21)” Es Cristo
que pasa, n.173.
Omnia vincit amor! ¡Feliz y Santa
Navidad! a todos y todas los que me leéis. ¡Feliz y santa Navidad!, especialmente,
a quienes sufren por cualquier causa.
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