domingo, 30 de diciembre de 2012

Reflexión (11) Feliz Año Nuevo


                Me gustaría comenzar con una frase que he anotado en mis apuntes pero cuyo autor no recuerdo: “…es mejor vivir con la alegría de los hombres que llorar ante el muro ciego”. ¡Mejor vivir con alegría! ¿Se puede? Echando un vistazo a nuestra civilización y al mundo que hemos construido ¿puedo reír o debo llorar?, ¿puedo estar alegre o, más bien, he de permanecer en la absoluta tristeza? Crisis, desahucios, paro, hambre, desigualdades, injusticias…
            Hay momentos en cada una de nuestras vidas en las que pueden pesar más las razones para la tristeza, el lamento, el llanto. Sin embargo, hemos de preguntarnos, ¿a qué nos conduce estar tristes, lamentarnos y llorar? ¿Para qué sirven las lágrimas? ¿Para qué las angustias y tristezas? ¿Acaso nos van a devolver lo que hemos perdido, lo que nos han robado, lo que hemos dejado atrás?
La letra de una canción me recuerda: “tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja”. No podemos volver atrás. Aunque el pensamiento nos transporte a tiempos pretéritos, no podemos regresar a ellos más que con el recuerdo. Nuestra historia, la historia de cada uno de nosotros está jalonada de momentos de alegría y dolor. Venimos a la vida por un acto de felicidad y placer, nacemos entre dolores y llantos y, sin embargo, proporcionamos alegría a nuestros progenitores y a quien nos ve nacer. La historia del hombre son historias de vidas llenas de contrastes, de constantes contradicciones, de alegrías y tristezas, de risas y de llantos… ¿seríamos capaces de valorar la alegría en su justa medida si no hubiésemos experimentado la tristeza en nuestras vidas?
Son, generalmente, los malos momentos los que quedan grabados de un modo especial en nuestra memoria. También los mejores, los alegres, los felices quedan indeleblemente marcados en ella de manera que podríamos decir que unos y otros, por contraste, conforman nuestro recuerdo. Lo que antes se olvida es lo cotidiano, lo ordinario. Son los acontecimientos felices o los tristes los que marcan  las singularidades de cada ser humano y de las civilizaciones. Pero marcarnos no significa que nos tengan que subyugar. La celebración del fin y del comienzo de cada año ha de ser una invitación a la esperanza, a superar las dificultades y el dolor, a renovar la lucha por seguir viviendo en la alegría. A veces es difícil, muy difícil.
Recuerdo mi primer fin de año en prisión. Aquella mañana de 31 de diciembre de 2003 amaneció con la noticia de un compañero que se había suicidado la noche anterior. Terminó el año acabando con su propia vida. Dejó sus cosas recogidas y una nota escrita. Su cuerpo, colgado todavía del soporte de la televisión, ya estaba frío cuando entré a administrarle la absolución “sub conditione”. Triste manera de terminar. Recuerdo que aquel día escribí en mis papeles: “ser cristiano no consiste, ante todo, en hacer muchas cosas… Ser cristiano consiste, básicamente, en ESTAR, en SABER ESTAR”. Sean cuales fueren las circunstancias de nuestra vida, no importa cómo empieces sino cómo termines.
No importa si 2012 ha sido un año desastroso, lo que importa es que comencemos el 2013 con ánimo renovado, con ganas de luchar porque sea mejor, con la ilusión de que seguimos vivos, con la esperanza de que puede superarse el dolor. Si somos creyentes tenemos la certeza, la garantía, de que no estamos solos. Si no lo fuéramos, también podemos confiar en la buena voluntad de los que quieren un mundo mejor y unirnos a ellos. Que nada ni nadie nos robe la esperanza de seguir luchando, que nada ni nadie se lleve la alegría de nuestros corazones.

        ¡FELIZ AÑO NUEVO! Que Dios nos bendiga a todos y nos conceda su Paz, fuente de alegría, en el nuevo año 2013. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario