domingo, 25 de noviembre de 2012

Diario (38) De sobresalto en sobresalto


Se me ha citado para que comparezca en los Juzgados el día siete de junio. ¿Y ahora qué? –pienso-. Un nuevo sobresalto: han de proceder al embargo de mis "bienes". La cantidad que se me exige en esta ocasión es de cuatro millones y medio de pesetas (27.000 euros), que puedo entregar en efectivo, me dicen. ¿De dónde los saco? Ya han investigado para averiguar cuáles son mis propiedades y qué cantidad de dinero tengo en mi cuenta bancaria. Curiosamente, el día anterior, cuando pretendía pagar con mi tarjeta en un centro comercial, me advirtieron que estaba bloqueada. Menos mal que me acompañaba mi madre y pudo efectuar el pago. ¡Qué vergüenza se siente en una situación así! No puedo olvidar la mirada inquisitiva de la cajera.
En el Juzgado me advierten que puedo recurrir a un aval bancario. No tengo ni idea de lo que es eso. He tenido que hacer frente a los honorarios del primer abogado, un millón quinientas mil pesetas (9.000 euros), si bien es verdad que me ha devuelto la mitad al dejar el caso. La minuta del abogado que lleva mi causa ahora asciende hasta el momento a más de dos millones de pesetas y como hemos solicitado una nueva pericial, de parte, he tenido que pagarla (6.000 euros). Aunque he cancelado mi plan de pensiones y vendido mi coche, no me ha llegado para nada. ¡Qué bien se ha portado el concesionario! Me han recogido el coche nuevo a cambio de uno viejo y me han dado la diferencia. Menos mal que se me ocurrió coger el viejo. De lo contrario, en el Juzgado, me habrían acusado de alzamiento de bienes. He tenido que deshacerme en explicaciones del por qué cancelé el plan de pensiones, apenas tres mil euros, y he vendido el coche. ¡Anda! Por la justicia gratuita con que nos asiste el Estado.
 No me queda otro remedio que el de acudir a mis padres o al Obispado. Nuevamente alguna persona amiga se ofrece a entregarme el dinero necesario pero no me parece apropiado aceptarlo.
Es este mismo día, siete de junio, cuando mi abogado me confirmará una noticia que, con anterioridad y en confidencia, me había insinuado: detrás de todo este "montaje" se esconde un sacerdote. ¡Sí! Un sacerdote que ha "colgado los hábitos".  Parece ser que fue quien primero me denunció. ¿Qué conexión existe entre él y los jóvenes que me acusan? Aquí está la difícil cuestión que hemos de resolver. ¿Ha sido él el causante de todo este embrollo? La denuncia que él antepone, a nivel individual, no va adelante, pero coincide en el tiempo con la de los jóvenes que me acusan. ¿Es éste el móvil? ¿Ha sido él el inductor de todo este montaje? ¿Por qué nadie me había notificado esto?
Apenas puedo dar crédito a lo que está sucediendo. Parece que se trata de una novela de suspense e intrigas de siglos pasados. Nada, sin embargo, es ficción. No es un mal sueño, una pesadilla horrible de la que poder despertar y contemplar, aliviado, que nada de esto es real. Por encima de todo tengo que seguir confiando en Dios, ese Padre Providente y Amoroso que nos quiere con locura. ¡Cuesta creer! Su designio salvífico para cada uno de nosotros es genuino, original. Son muchos quienes oran insistentemente por mí, por toda esta situación que se asemeja cada día más a una película de "Expediente X" que a la misma realidad. Yo me confieso cansado, agotado, sin fuerzas para seguir luchando, con muy poca esperanza.

Se aproxima el día del juicio. ¿Cuál será el veredicto? Entre cincuenta y sesenta y dos años de condena piden el ministerio fiscal y la acusación. ¿Se hará justicia? ¿Se resolverá positivamente esta realidad de "sospecha" que está consumiendo mis días, mis fuerzas, mi fe, mi esperanza? Todo está en las manos del Todopoderoso. "Omnia in bonum" -¡Todo es para bien!-. ¡Que las oraciones que tantas personas están ofreciendo den fruto abundante!
No puedo escribir más. Espero confiado que cuando estas páginas lleguen a algún posible lector toda esta odisea haya pasado definitivamente. Falta la voz de la Justicia, la de los hombres. ¿Será una voz que proclame la verdad y me ayude a seguir confiando o, por el contrario, su voz apagará definitivamente mi esperanza?
El viernes trece de septiembre vuelvo a anotar en mis apuntes: desde la última vez que he escrito en estos papeles han sucedido muchas cosas. La más significativa, tal vez, es que la acusación no se conforma con la solicitud de la fiscalía de cuatro millones y medio. Me han requerido veinticinco millones y medio de pesetas (153.000 euros). ¿Qué locura es esta? ¡No puedo más! Sigo esperando.

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