jueves, 4 de octubre de 2012

Entrevista

Hay quienes tienen de la cárcel la única visión que el cine, las novelas o los medios de comunicación, de forma sesgada, nos trasladan. La siguiente entrevista a un interno por parte de un grupo de universitarios que visitó durante algunos días la cárcel de A Lama creo que puede dar respuestas muy aproximadas a lo que era esa prisión antes de que se pusiera en marcha la experiencia de los módulos convivenciales


1.- ¿Cuánto tiempo llevas en la prisión de A Lama?

            Desde el 20 de marzo de 2.003, poco más de dos años. En el 2.001 estuve dos meses en prisión preventiva. Pero si me permitís un matiz os diré que el tiempo en prisión no corre del mismo modo que en libertad y un año aquí parece un siglo.

2.- ¿Ha cambiado tu visión inicial de la cárcel desde que estás dentro? ¿Crees que la gente tiene una idea errónea de lo que son realmente las cárceles y la vida en ellas? ¿Por qué? ¿Qué consecuencias trae esto?

            Mi visión sobre la cárcel ha cambiado de modo radical. Cuando vivía en libertad tenía la idea que la literatura y el cine suelen ofrecer. Había visitado una vez a alguien en una prisión pero una visita no es un modo objetivo de conocer la cárcel. Cuando ingresé venía muy asustado, necesité de tratamiento médico. Son muchos los internos que necesitan PPS –protocolo de suicidio- con un régimen de acompañamiento especial y un tratamiento de ansiolíticos, antidepresivos e hipnóticos.
            Se suele pensar en la cárcel como un lugar en el que se concentra toda la maldad de la sociedad y, en concreto, los “malos”, los delincuentes, esos que no merecen más que un castigo ejemplar por haber infringido la ley y desestabilizado la paz social. Yo tenía la idea de que aquí no iba a encontrar más que problemas y a gente que para nada valiese la pena.
            Hoy soy consciente de que el preso, el delincuente, es una persona, tiene corazón, siente y padece por verse privado de libertad con todo lo que esto significa –apartado de la familia y de la sociedad, sin un trabajo y sin un futuro claro, estigmatizado ante los demás,...-, en muchas ocasiones sufre por el daño que ha hecho a terceros y el que se ha hecho a sí mismo. A veces no  es más que otra víctima, y no un verdugo, como suele pensarse.
            Considero que es importante caer en la cuenta de que entre los presos no todos son narcotraficantes, homicidas, atracadores, violadores, maltratadores, terroristas,... los hay que cumplen condena por el impago de una multa o por no haber acatado una medida cautelar. Por haber incluso los hay injustamente condenados siendo inocentes. Como la medicina también la justicia comete errores. Todos, hayan hecho lo que hayan hecho, conviene no olvidarlo, son personas.
            En general creo que hay un desconocimiento enorme de las cárceles. Sigue siendo, a mi parecer, un tema tabú entre la sociedad. Por otro lado, los medios de comunicación suelen convertirlas en noticia cuando sucede algo horrible –un preso que ha huido o cometido un delito durante una salida, un ajuste de cuentas o la aplicación de la llamada “ley de la cárcel” a un violador, un lugar donde los terroristas traman nuevos atentados,... – o cuando los funcionarios reclaman más personal y seguridad ante la avalancha de población penitenciaria.
            Suele haber un sentir general de que las cárceles deben ser lugar de castigo y los presos deben cumplir penas largas íntegras. Hubo quien comentó que no se debería descontar el tiempo durante el que los presos duermen. Se ha suprimido en la práctica la redención de penas por el trabajo y actividades realizadas y se restringen los permisos ordinarios de salida. Suele verse al preso como alguien peligroso, malo por naturaleza o enfermo, a quien solamente la vida de dureza extrema le puede servir de escarmiento.

3.- A grandes rasgos, ¿cómo es un día en prisión y cómo afecta este ritmo de vida a los internos?
          
           La mayor parte del tiempo para un interno clasificado en segundo grado –la mayoría- transcurre en la celda –desde las 20 ó 20:30 horas a las 8:30 y desde las 14:00 a las 16:30-. Las celdas son de unos 8 m2 y en la práctica las habitamos dos presos.         

De 8:30 a 14:00 y de 16:30 a 20:00 horas la distribución del tiempo –aparte del desayuno, comida y cena, para todos a la misma hora- dependerá de si un interno tiene o no un destino o actividad asignadas. Para la gran mayoría este tiempo transcurre en el patio del módulo, la sala de día, el gimnasio y la sala de lecturas. Se suele “ocupar” jugando a las cartas, machacándose en el gimnasio, leyendo o escribiendo, charlando, “comiendo” patio de lado a lado,...
Quienes tienen destino realizan durante ese tiempo las tareas encomendadas: talleres, cocina, lavandería, economatos, biblioteca, polideportivo, limpieza, vestuario,... Otros participan en cursos ocupacionales o de formación: taller de cantería, pintura de edificios, cestería, ofimática, manualidades, encuadernación, marroquinería, biblioteca, monitor deportivo,... También  se imparten clases de la ESO y BACH entre las 9:30 y las 13:00 horas. Asisten alrededor de 150 alumnos. Los menos, unos 15 en toda la prisión, están matriculados en la UNED.
Cada semana hay dos salidas de hora y media al polideportivo y se puede recibir una visita por locutorios de 45 minutos. Una vez al mes se concede un vis á vis familiar de 2 horas y uno íntimo para quien tiene pareja.
En general la mayor parte del tiempo en prisión está desocupado y es poco o nada útil para la mayoría lo que genera muchas tensiones personales y conflictos entre los internos. El consumo de estupefacientes o fármacos suele ser un recurso fácil y extendido para “ayudar” a consumir las horas.

4.- ¿Crees que la labor educativa en prisión (talleres, escuela) es suficiente y adecuada? ¿Qué cambiarías? ¿Qué actuaciones crees más necesarias?

            La labor educativa y ocupacional emplea -creo que siendo optimista- en la práctica a un tercio de la población penitenciaria. Está claro que es insuficiente.
            Los criterios que se utilizan los conoce la institución –educadores, psicólogos, asistente- pero los presos apenas conocemos bien cuáles se siguen. Lo ordinario sería tener en cuenta el tiempo de prisión que se lleva cumplido, si se es preventivo o condenado, si la cuantía de la condena es larga, el tipo de delito por el que se cumple la pena, la profesión o formación que tiene el preso, su situación económica –si tiene o no ayudas desde el exterior-,...
            Considero que sería urgente un trato individualizado y personal, además de continuado, entre los funcionarios destinados para ello –educadores, psicólogos, trabajadores sociales,... - y los internos. En mis dos años largos de permanencia en prisión hablé en dos ocasiones con la psicóloga y otras dos con la trabajadora social. La primera vez después de transcurrido un año. No se trata de un caso aislado, suele sucederle a la mayoría de mis compañeros.
            Sería importantísimo que todo preso tuviese una ocupación: laboral, educativa o formativa, de tratamiento –programas de rehabilitación y reinserción- especializado en aquellos casos en que sea necesario -desintoxicación, valores, comportamentales,... -.

5.- ¿Cómo calificarías las instalaciones (módulos, lugares comunes, etc.)? ¿Por qué? ¿Crees que son adecuados para la labor reeducativa de la cárcel?

            La infraestructura carcelaria en general es pésima. Hay lugares comunes, como el sociocultural –polideportivo, escuela, capilla, biblioteca, piscina, salón de actos-, y otros de uso restringido pero de utilidad común -como la cocina, la lavandería, la panadería- muy bien dotados. El problema es que su utilización es muy restringida por problemas obvios de exceso de población y por cuestiones de seguridad. Sin embargo los módulos, el lugar en el que diariamente y durante más horas hemos de estar, adolecen de unas adecuadas instalaciones.

Las celdas son pequeñas y con materiales de ínfima calidad. No hay más que una litera metálica sujeta a la pared, un par de sillas de plástico, lavabo, ducha y letrina divididos por un tabique a media altura y unas mesas y estantes de obra para la ropa y enseres personales. El aislamiento es malo y se nota en exceso el frío o calor y la humedad.
La sala de día es relativamente amplia y acristalada –con las rejas correspondientes-. Hay unos aseos a los que puede accederse, el economato y un televisor. Está entre el comedor y el patio. Su mobiliario se restringe a mesas y sillas de plástico y tres bancos de hierro y madera. Cuando llueve todos los internos han de estar en ella. El ambiente suele ser demasiado cargado y muy ruidoso. Alrededor de 100 internos en una misma sala.
La sala de lectura, al otro lado del patio y frente al módulo, está poco dotada y en su mayoría de revistas que los mismos internos han donado. Hay una pizarra y altas mesas y taburetes de madera. Contigua a esta sala está la de cursos para distintos talleres ocupacionales y formativos.
El gimnasio modular consta de lo más elemental: banco de abdominales, pesas, espalderas. Tiene duchas comunes.
No me parecen en absoluto adecuadas ni por la calidad de los materiales ni por la distribución de las instalaciones. Imposible escuchar el televisor si todo son gritos de timbas al lado. Imposible concentrarse para leer o estudiar si el patio está al lado y un taller de manualidades en la sala contigua a la de lectura.

6.- ¿Conoces las iniciativas con drogodependientes y enfermos crónicos y terminales en prisión? ¿Consideras que reciben la atención necesaria? ¿Qué actuaciones crees necesarias en este sentido?

            Con toda la crudeza y con igual realismo considero que no reciben en absoluto la atención necesaria los enfermos crónicos y terminales –que los hay- y los drogodependientes. He tenido la desgracia de ver morir a algunos compañeros, la mayor parte por sobredosis.
            Existe en prisión un módulo especial para los enfermos donde se ubican los servicios de consultas, farmacia y celdas para crónicos y terminales. Cada vez hay más enfermos por problemas mentales derivados del consumo de drogas. Los hay con cáncer, problemas cardíacos o de riñón. Recuerdo a un interno a quien se le tenía que hacer diálisis conectado la mayor parte del tiempo a la máquina. Algunos son mayores y padecen los típicos trastornos de la vejez. Recuerdo a uno enajenado que no controlaba sus esfínteres y a quien había que poner pañales, ducharlo y proporcionarle todo tipo de cuidados –lo hacía otro interno-. No todos los enfermos están en este módulo. Baste como dato pensar en los portadores de VIH y en quienes padecen el SIDA, dispersos por los diversos módulos. Pienso también en un joven que está saliendo a diario a sesiones de radio y quimioterapia desde el módulo hasta un hospital de Vigo.
            Sé que hubo alguna iniciativa respecto a prevención de drogas pero que no dio los resultados esperados.
            No logro comprender que algunos enfermos o toxicómanos estén en una cárcel. ¿No debería pensar la sociedad en otra alternativa distinta a la prisión?

7.- ¿Crees que la prisión consigue reinsertar y reeducar a los internos? ¿Por qué? ¿Qué cambios o actuaciones crees que serían más convenientes para esta labor?
           
            No, en absoluto. Creo que la cárcel a lo que más ayuda es a que el delincuente “perfeccione” sus métodos, haga nuevos contactos, contraiga los vicios que todavía no tenía, genere ánimo de venganza, se aísle todavía más de la sociedad aumentando su desarraigo familiar, laboral, de amistades,... No digo que todos los presos caigan en esto pero las excepciones son pocas y se deben más a lo que el propio interno reflexiona y decide que a las hipotéticas ayudas recibidas.
            No creo que la privación de libertad, menos aun en las condiciones actuales en las que se vive en prisión, sean la solución a los problemas de inseguridad ciudadana y de delincuencia. Deberían articularse otro tipo de medidas, penas alternativas a la prisión como trabajos sociales, terapias, programas... Algún juez de menores ha ensayado con éxito esta medida. La alternativa no puede ser la de un castigo y mucho menos la de una venganza de la sociedad a quien ha infringido sus normas. El deber de aplicar la justicia y garantizar los derechos de los ciudadanos y el orden público no debería ser contrario a la atención al preso y a su rehabilitación.
            Si parece inalcanzable el objetivo de penas alternativas a la prisión que busquen una verdadera reeducación y rehabilitación sin desvincular de la sociedad ni privar de libertad total a quien delinque, me conformaría con que se llevasen a la práctica las normas que se establecen en el Reglamento Penitenciario y no que quedaran en papel mojado y tan subjetivamente aplicadas. 

2 comentarios:

  1. Te felicito por este blog.

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  2. Muchas gracias, espero que sirva de ayuda a alguien lo que en él se publica

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